"Realmente, es muy simple. La razón por la que un fotógrafo profesional plantea un tema, ya sea es una novia o un graduado de escuela secundaria, es idealizar a la persona y revelar su unicidad como un individuo. Adicionalmente, aún más que iluminar o la composición, posar ayuda a revelar esas características que nunca son vistas por el ojo pero experimentas en directo por las emociones como la fuerza, la honradez, la vulnerabilidad, y la belleza interior. A falta de plantear una pose, es salir para arriesgar estas sutilezas de su apariencia en la imagen.
Esto sería éxito logrado al azar, en el mejor de los casos.
En los inicios de los años del retrato fotográfico, una pose formal era una necesidad absoluta. Las películas extremadamente lentas, igualmente los lentes lentos, y una falta de recursos de luz artificial necesitaron largas exposiciones. Los cabeceros, conocido como "inmovilizadores," se usaron incluso para minimizar movimiento proclive para estas exposiciones, que podrían ser de varios minutos. Las actitudes resultantes fueron difíciles, antinaturales y las expresiones fueron en el mejor de los casos sombrías.
Como el progreso de la fotografía, esas largas exposiciones se convirtieron en una cosa del pasado. Las actitudes y las expresiones, consecuentemente, se volvieron progresivamente expresivas y naturales. Pero con esta libertad, hubo una pérdida de la idealización del logró bien ejecutado de la pose. Como veremos en este libro, sin embargo, eso no necesita ser el caso. Trataré situaciones de paso apresurado, como en la mayoría de bodas, hay oportunidades para contrarrestar el posar, la idealización con espontaneidad y la captura de la genuina emoción".

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